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FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN

Curso 2008-2009

Daniel H

Quisiera comenzar por el final. No quisiera que este escrito se convirtiese en un curricular acopio de la cantidad de información académica absorbida durante estos meses, sino todo lo contrario: expresar mi más profunda gratitud por habernos permitido este lujoso regalo al espíritu que, al menos en mi caso, pedía a gritos que se le concediese un obligado respiro al pesado remolque ensayístico que tiene que ir soportando a lo largo de estos años. Y no es que rehuse de los métodos que nos ofrece esta carrera, sino que he podido experimentar una ansiada y deseada experiencia; a saber: tratar un tema tan importante como es la educación – más concretamente cuando mi más profundo deseo es ser educador – desde la perspectiva más humana y más directa que pueda manejar, no ya la filosofía, sino todo el organum del conocimiento y la cultura. Problematizar con tu cultura y tu sociedad siempre exige una implicación personal, que, sin parangón alguno, encuentra su máxima expresión en la reflexión y creación intersubjetiva que nos ofrece la literatura; no la razón y la Verdad, sino el arte y las verdades. Y, recordando tu metáfora, ha sido todo un deleite gastronómico este curioso “emparedado filosófico de tortilla literaria”.

En un principio, y bajo una escueta y rápida mirada al programa, sentí pavor al comprobar que nuestro arranque estaba capitaneado por el omnipresente monstruo de Köningsberg. Luego vi que el segundo plato lo configuraban nuestros compatriotas del XIX y, aunque bastante aliviado, me invadió la sensación de enfrentarme a una indigerible revisión socio-política de nuestra historia. Finalmente, me relamí previendo el postre: las deliciosas utopías del siglo XX, tan cercanas a nuestros latidos de unos corazones estigmatizados por la señal del pesimismo que arrastra nuestra extraña generación – extraña en sentido general, por no ser propiamente “nuestra” y en particular por un cierto desajuste emocional personal con respecto a mis congéneres -.

No obstante, todo va encajando a medida en que a uno le queda claro el debate que marca las líneas de esta problemática. El hecho de pensar y estudiar la realidad de la educación de nuestro momento, y especialmente de nuestro país con esta peculiar lluvia que nos está cayendo, quedaría insípidamente soso si no recurriésemos al contexto histórico, social y filosófico que ha ido moldeando la figura de la educación, desde los albores del exacerbado fundamentalismo kantiano, hasta la miscelánea desazón en que discurren los descarrilados espíritus de una cultura despersonalizada. Es importantísimo comprobar que, desde que la educación se enmarca en los dominios de lo pedagógico, se disemina y desvirtúan los fines por los que tal poder debe ejercerse en una sociedad.

No nos vamos a poner a discutir ahora sobre si Kant tenía razón o no en su intento por conseguir alcanzar un pre-supuesto fin – su bien universal – a través de sus incorregibles métodos. El paso del tiempo nos dio la “razón”; más concretamente a este país, que, con aletargados pasos de gigante ha tenido que remolcar y cargar con el desfase temporal de una distancia cultural que aún mella los esfuerzos “democráticos” de nuestro presente. España seguía la batuta del proyecto ilustrado engañada por el oscuro poder – tan oscuro como las sotanas – que ha acompañado siempre a todo intento de institucionalidad educativa.

Nuestros grandes Galdós, Unamuno y Ayala dejaron bien clara la realidad de nuestro país. Y su claridad no fue la Verdad filosófica, sino la verdad literaria. Más allá de que a nuestro inculto y temeroso pueblo no se le podían dar verdades “ensayadas” y que, por contra, la literatura parecía un indirecto medio para cultivar y despertar el saber y espíritu de los nuestros, yace y navega – porque sigue hacia delante, no flota estancada – la poderosa imagen del relato, de la experiencia y de la sensación interpersonal, como configuradora de un compendio de realidades desordenadas en un desconcertante pavor por la libertad. Esto es lo único común a la aportación de todos estos autores estudiados: la educación es la herramienta de construcción de una identidad cultural, que no se limita a la escrupulosa aplicación de unos métodos pedagógicos, tan anquilosados y amueblados como las instituciones que lo dirigían. La finalidad de la educación siempre ha sido – al menos en el plano ideal – la libertad, autonomía y emancipación cultural de, primeramente el individuo y, en consecuencia, un pueblo, una cultura.

Como decía, con respecto al repaso contextual histórico de nuestro país, ha sido enriquecedor comprobar cómo el poder de la creación y el “juego” han sido capaces de demostrar que los austeros proyectos racionales ilustrados escondían un sucio y pútrido hedor a regimentación institucional y militarización de sus métodos. Más allá de la mano dura que el conservadurismo político, religioso e ideológico en última instancia, ha habido siempre un camino de plasmación artística que ha dejado perplejas a las almas de cientos de positivistas e “idealistas” de tres al cuarto. Los proyectos de la inmaculada Razón sólo nos han conducido al despotismo – por parte de las instituciones competentes – y a la reducción a la nada de la libertad de elección y ejercicio de la vida del “educado”. Más que educados hemos sido, y seguimos siendo, amaestrados, domesticados. Es triste comprobar que en pleno siglo XXI el papel de la educación no ha progresado, sino que ha regresado a los tiempos de las élites y las jerarquías. Hoy día se nos marea y se nos aturde con la idea de la formación de una profesión. Esto es sólo un supermercado, en la que el consumidor no obtiene, no consigue, lo que desea, sino que adquiere y “economiza” las estrechas oportunidades que se le ofrece. Hemos perdido totalmente la finalidad de la emancipación y la libertad. Se ha colado en el orden social imperante la fanfarria de la universalización del saber, de la destrucción de las barreras del conocimiento, de no dejar a una nación atrás – siempre y cuando forme parte del “mundo global” -. Al igual que la ilustración, los perros anuncian dulces y orgullosos mensajes de progreso, pero sus ladridos están envenenados con la sarna de la avaricia de quien “enseña” al perro a recitar su ladrido.

Las utopías ya están aquí: el Gran Hermano no sólo nos vigila, sino que tiene en su propiedad nuestras más intransferibles gónadas. La publicidad ha devorado el poder del saber. El correcto consumo impera en la cínica moral del pueblo, y éstos se sienten tranquilos y contribuyentes al leer las mamarrachadas de Ruiz Zafón y Pérez-Reverte. La bokanovskyzación existe y late con fuerza, sólo que escondida bajo la idea del bien estar del mundo occidental. Diversificación, Formación Profesional… llámese como quiera, pero sólo existe una verdad: queremos así a los zoquetes y asá a los universitarios.

Nos hemos liberado del caciquismo y la regia disciplina. Pero ahora ya no necesitamos a un pater que nos ponga en vereda; la publicidad lo hace fuera de las aulas, y dentro, contra todo el empeño que pueda poner un profesor, fluye un inmenso oleaje de compartimentalización que anula toda posibilidad de libertad, tanto a los pupilos, como a los docentes. La tecnología programa a la perfección las expectativas que hayan de germinar en cada individuo. Individuos, por llamarlos de alguna manera, ya que me duele hasta escribir y reconocer que sólo somos potenciales trabajadores, larvas condicionadas a acabar siendo obreros o zánganos, pero nunca reyes, y no reyes en cuanto al dominio y poder para con tus súbditos, sino “reyes de uno mismo”, señores y dueños de nuestros propios deseos, de nuestras ilusiones frustradas, de nuestros anhelos o nuestras expectativas como persona – y no como producto -. El condicionamiento no opera, sino que impera. La mentira del mundo feliz contamina nuestro aire. Los poderosos grandes hermanos estipulan e imponen sus decretos. El desarrollo personal se esconde bajo una repugnante materialización de reconocimiento “titular” académico. Y el fracaso escolar no existe: sólo es la ajustada respuesta de una sucia expectativa mercantil. El fin y los medios hoy están bastante claros: no queremos educar ni liberar. Sólo queremos profitar. Se ha perdido todo el espíritu de progreso en nuestros jóvenes y ennegrecidos corazones. Sólo nos queda el apoyo ilusorio – y no quiero ofender personalmente con esta matización, hablo en aspectos generales – de vuestra generación, que ha sabido valorar y admirar un tesoro que vuelve a esconderse: la libertad.

Has conseguido reforzar en mí todo el afán educativo que lleva acompañándome en esta ditirámbica juventud. No me quedo con pilares de datos y saberes, me quedo con un soplo de viento que ayuda a regenerar las fuerzas que van cayendo en este pésimo camino de “formación”. No sé si el resto de mis compañeros se habrán ceñido al objetivo - y expectativa – pedagógico de esta asignatura y te habrán ofrecido cientos y cientos de verborréicos contenidos repetidos y malolientemente regurgitados.

Aunque seguramente difiramos en la importancia que deba atribuirse a un proyecto educativo “racional” o científico, me has ayudado – y pocos profesores, hasta ahora lo ofrecen en esta carrera – a reforzar mi apego por la educación y el progreso, por el rescate y resurrección del espíritu del saber; por afirmar con un contundente apóstrofe un “yo quiero” y un “así va a ser”. Hay que regenerar – como nuestros protagonistas decimonónicos – la brecha y el vacío en que nos sume este peligroso orden social. Y en honor a otro gran maestro, con mucho amor reniego y rechazo la pedagogía, en pos de una educación basada en el saber y la proliferación e impulso artístico. Sólo así conseguiremos, en algún momento, creernos, sabernos y, ante todo, sentirnos: libres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       
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