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ĪNDICE
 
   
 

Sucedió así



¿Todavía crees que los dos estáis tumbados en tu cama de alquiler, que ella duerme apoyando su pequeña cabeza en tu pecho desnudo y tú, despierto, mirando el cielo gris por la ventana abierta? Tal vez deberías abrir los ojos y darte cuenta de que vuestra relación ya no tiene sentido ni motivo alguno para que tú, de alguna forma, persistas en mantenerla viva, cual rosa marchitada que innecesariamente alguien se empeña en querer resucitarla, regándola todos los días. Vale. Eres libre para soñar despierto. Pero confío en que más tarde volverás a la realidad de tu existencia para mirarte en el espejo que reflejará lo que eres y no lo que quieres con la mentira. Te vuelvo a preguntar: ¿Vas a negarte que la odiabas, que nunca la quisiste, que nunca te gustó desde vuestro primer encuentro en aquella parada de autobuses? Tú, como siempre perspicaz, le preguntaste a qué hora pasaba y lo sabías. Después continuasteis hablándoos de vosotros. Luego viajasteis en el mismo autobús y después de un largo paseo que disteis por Madrid, fuisteis a bailar a una discoteca y, sin haberos hecho novios, aquella misma noche, hicisteis el amor en esta misma cama donde tú no sabes qué hacer con tu vida. En realidad tú no querías un compromiso serio y por otro lado, ella nunca te gustó ni atrajo físicamente. Aquella vez estabas muy solo y tan desesperado que te dio igual acostarte con ella. Claro que tú querías conocer a una mujer de cuerpo, soberbiamente, despampanante. Pero te cruzaste en su camino y tuviste que echar a perder tus exigencias físicas, que un león en celo como tú, o como cualquier otro, anhela de una hembra cuando quiere satisfacerse sexualmente. Ella era bulímica ¿Recuerdas que te lo dijo mientras bailabais una pieza lenta? Pero tú lo sospechaste en cuanto la viste en la parada de autobuses llevándose a la boca un cigarrillo que fumaba; su mirada era hundida y ojerosa, sus pómulos se hacían notoriamente visibles cada vez que hablaba, inclusive cuando emitía un monosílabo, su traquea parecía una abeja fantástica que Leyla hubiera engullido, quedándose el insecto, ahí, atrapado, sus hombros eran puntiagudos, sus piernas, de avestruz, eran tan esmirriadas como sus brazos; una vez creíste que Leyla estaba de perfil cuando la miraste a lo lejos mientras ella, en realidad, estaba de frente, de pie, y mirándote, con los brazos en la cintura y moviendo la cabeza, como enfadándose pero esbozando esa sonrisita de calavera que tú repudiabas... Aunque si te soy sincero, preferiría no seguir aludiendo más a los detalles, es decir que no tiene sentido seguir echando más leña al fuego que, por el momento, todavía no puede quemarte de verdad. Pero me niego a no preguntarte –ojalá pudieras oírme- si continúas pensando en ahorcarla, en deshacerte de ella y tirar su cuerpo por la ventana a la calle... ¡Lo que me enerva imperiosamente, hasta el punto que me dan ganas de ahorcarte y no tirarte por la ventana sino desde la antorcha de la Estatua de la Libertad, es que hubieras pensado que no estarías loco si la matabas, aprovechando de que Leyla estaba sola de sangre porque toda su familia vive al otro lado del atlántico. No tenía amigos, ni trabajo y por todo eso estuviste muy seguro de que nadie la echaría de menos! ¡Nadie! ¡Pero, en fin, que tú, iluso e insensato, sigues pensando en retroceder el tiempo para abrazarla, para enseñarle tus ojos de lágrimas, como ahora los tienes -¡Hipócrita! ¡Eres un hipócrita integral! ¡Ojalá pudieras oírme- y decirle que de verdad la querías, que fuiste feliz con ella! Pero en fin...



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Ahora te das cuenta de que ya no estamos juntos, que ya has desaparecido de mi vida como yo de la tuya, que ya he caído, que las sirenas de una ambulancia están sonando mientras aún escuchas en tu cabeza el grito que pegué cuando me cogiste entre tus brazos, mientras el aire me faltaba y me dolía el cuello, para tirarme por la ventana de tu habitación. Acabas de asomarte, asustado, y entre los vecinos que rodean mi cadáver uno acaba de señalarte con el dedo, inquisitivamente y acaba de gritar que has sido tú el responsable.

           
 
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